
“Las pesas no son para ti; Si sigues entrenando así parecerás un machorro; Creo que ya tienes suficiente músculo, deberías parar a tiempo; ¿Por qué vas al gimnasio si no lo necesitas?; Estás perdiendo tu femenidad; No cojas tanto peso que te vas a hacer daño”.
¡A LA MIERDA! Así tal cual y sin rodeos.
No, no entreno para gustar a nadie, ni para ser más o menos femenina, ni porque lo necesite. Entreno porque me gusta, me despeja, me recarga, me ayuda a estar saludable, me activa, me anima, me divierte, aumenta la seguridad y confianza en mi misma y me motiva.
El chute de autoestima que supone el superar tus límites día a día con lo que te apasiona, tan sólo es comparable al orgasmo gastronómico que le sigue después, el platahuete post-entreno.
¿Os cuento algo? Tanto si entrenáis para gustar a los demás como si no entrenáis por miedo a no gustar, no funcionará. Os lo aseguro. Y digo “entrenar” como puedo decir cualquier otra cosa.
Parece que se ha puesto de moda eso de tener que agradar a todo ser viviente y no, la vida no se trata de eso. Hagas lo que hagas jamás podrás dar gusto a todo el mundo. Así que póntelo más fácil. Trata de ser fiel y agradar únicamente a una persona: aquella que tienes delante del espejo.
He visto como algo tan simple como es el hacer lo que verdaderamente te llena, ha ayudado a gente de mi alrededor a vencer muchos de sus problemas: traumas, miedos, inseguridades, enfermedades o lesiones.
Así que dejémonos de gilipolleces. Dejemos de perder nuestro tiempo preocupándonos en complacer a los demás. Dejemos de justificarnos. Dejemos de dar explicaciones tratando de hacernos entender. Dejemos de rogar comprensión y aceptación. No es justo que lo hagamos.
SEAMOS LO QUE QUERAMOS SER. Hagamos aquello que nos apasiona y nos hace felices. Si fallamos a la única persona que estará con nosotros el resto de nuestra vida, entonces… ¿qué nos queda?
También te puede interesar
0 comentarios