
“Quienes no se mueven, jamás notan sus cadenas”.
Después de tanto tiempo de recuperación , cuando parecía que, dentro de tus posibilidades, todo estaba bajo control, te das dado cuenta de que no. Te das cuenta de que la salud es caprichosa y que el cuerpo no siempre responde igual de bien ante los mismos estímulos.
Y sí, te sobrepasa el miedo a volver a recaer en lo mismo, en aquello de lo que tanto te costó salir. Tu cabeza recrea una y otra vez aquellas imágenes pasadas que en su día te marcaron. Es inevitable.
Las sientes sobre tus hombros, te miras al espejo para comprobarlo y las ves sobre ti. Ahí están, esas cadenas que creías haber soltado en su día, aparecen de nuevo. O eso es lo que crees.
¿Aparecen de nuevo? O… ¿Realmente nunca se fueron? Y de repente… ¡BOOM! te das cuenta.
La acción de soltar es preciosa cuando está en tu mano, pero hay cadenas indestructibles, cadenas sin llave que llevarás contigo durante el resto de tu vida (lesiones, enfermedades, pérdidas…).
Quitártelas es tarea imposible porque no depende de ti, pero el peso que ejercen sobre ti es TU RESPONSABILIDAD. Ahí es donde puedes y debes ACTUAR.
Con mi pequeña recaída tras mi lesión me he dado cuenta de que, en realidad, nunca las conseguí arrojar, no sentía su peso porque las aprendí a amar, pero ahí seguían.
El problema no es el problema. El problema es nuestra actitud frente al problema. ASÍ QUE AGARRA FUERTE TUS CADENAS Y SAL A COMERTE LA VIDA.
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