
A la izquierda, ella a sus 22 años que creía que la salud era simplemente lo que el espejo reflejaba. Empezaba el día con su vaso de Colacao y su paquete de cereales y galletas azucaradas. ¿Sus meriendas? Bollería industrial, cada día algo diferente. ¿Deporte? Cero, nada motivante para ella y la falta de tiempo por la universidad, su excusa perfecta. ¿Caminar? Lo justo y necesario. Y creía que tenía suerte, o eso le repetían una y otra vez. Comía lo que le daba la gana y era incapaz de coger 1 kg. Pero empezó a ser consciente de que algo no iba bien por dentro, se agotaba al caminar, se ahogaba al subir escaleras, enfermaba con facilidad… Fueron los resultados de un análisis de sangre lo que la hizo accionar y entonces, comenzó su cambio. Nadie lo entendió, pues para el resto ella estaba físicamente “sana” y no necesitaba ni hacer deporte ni comer sano.
A la derecha, ella 6 años después, entendió que la salud es mucho más que lo que un espejo refleja, pues un físico delgado y con bajo porcentaje de grasa no tiene por qué ser sinónimo de salud. Ahora le encanta comer de todo y ya no siente la necesidad de abalanzarse sobre el dulce ultraprocesado. Entrena cada semana por pasión, no por imposición y ya no encuentra excusas para no hacerlo. Con tiempo y constancia consiguió subir 8 kg y no precisamente de grasa. Ya no se ahoga y apenas coge algún resfriado. Le encanta caminar, le evade. Se siente increíblemente bien por dentro… fuerte, sana y enérgica.
Los cambios llegan cuando dejas de decir y empiezas a HACER, justo ahí es cuando tomas el control de tu salud y de tu vida.
Y no, no te hablo de seguir una planificación milimétricamente calculada sin cabida a la flexibilidad y que termines odiando porque te aseguro que abandonarás.
Te hablo de CONSTANCIA sobre perfección.
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